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Bajo el subtítulo "El discurso autobiográfico de Alejandra Pizarnik", la investigadora venezolana ha realizado una exhaustiva investigación sobre la poeta argentina Alejandra Pizarnik (1937-1972) analizando el conjunto de su vida y su obra, así como primordialmente los importantes documentos remitidos por sus familiares a la Universidad de Princeton, que constituyen un precioso material para estudiar, y analizar, aspectos escondidos, valga la palabra, de una escritora con notable voz propia y autora relevante en la poesía latinoamericana, de todos los tiempos. El método de investigación de Venti es un conjunto de aplicaciones teóricas, muy en boga en décadas pasadas, ampliamente representados en la biografía, pero lo más importante de eso es retraer, para la interpretación, toda la literatura que se ha gestado en el ámbito académico sobre la autobiografía, los cuadernos de notas y los diarios, no tan usada a la hora de interpretar la obra editada de los otros autores, aún las mismas biografías.
Como el caso de Alejandra Pizarnik es bastante complejo, la revisión de los documentos de Princeton, resulta apasionante por parte de una investigadora acuciosa, que ha empleado mucho de su tiempo en estudiarla, aclararse algunos, muchos conceptos y hacerlo luego con nosotros.
En mi concepto este es el libro más serio que se haya escrito sobre la poeta y amiga argentina, que tanto influyó sobre nosotros. Indudablemente que los documentos inéditos, los diarios principalmente, tienen que ver con la gestación de la propia obra de Alejandra Pizarnik, a partir de "Árbol de Diana" (1962) esa joya prologada por Octavio Paz, que fue el inicio de una etapa poco estudiada por sus críticos. Como sucede con otros autores de la dimensión que tiene ésta, se ha hecho mucho énfasis en la historia personal, sus amores, sus infortunios, y hasta las etapas más sórdidas que le tocó vivir, todo presente sutilmente en su poesía, pero también, y ese es el mérito de este libro, en sus diarios, sus apuntes, sus cuadernos de notas y otras escrituras, guardadas y nunca publicadas, proyectos de otros libros, que muestran la afinidad de la autora con escritores como Sade, Bataille, Breton, que fueron devorados por la poeta en su etapa vivida en París.
Bien hace la estudiosa en analizar el sentido del cuerpo, el propio y el ajeno, en la obra no publicada, las lecturas del mundo, de ella misma, de autores afines, así como la fuerza de los trastornos mentales que progresivamente la acosaron, hasta su suicidio en 1972.
Sobre los dibujos mencionados extraordinarios, tuve la ocasión de admirarlos en la oficina de Rafael Squirru, en la Unión Panamericana, para una posible exposición allí, en 1967. No estaría todo completo sin esa nuestra gráfica, que nos daba ya indicios de esas múltiples Pizarnik que convivían en una de las personas más tiernas, adorables y complejas que he conocido, generosa con los otros, imposible con su propia persona, dentro de ese concepto de marginalidad que fue ocupando toda su labor: mujer, lesbiana, judía, encerrada en su propio valor como poeta, lejana de muchos que se interesaron por su obra, pero sobre los cuales nunca mostró interés.
Lo que queda claro en este estudio es la formación de la voz propia de Flora Alejandra, como ella se llamó alguna vez, que diera origen a una poesía absolutamente personal, pulida, llegándose a las formas más profundas de la transgresión embozada, que fue la que ella nunca hizo pública. En sus papeles inéditos, por así llamarlos, hay también otra escritora. Una rebelde hasta los límites, amiga del silencio, de lo que se piensa pero se vive hasta la crispación. Un libro revelador y profundo, realizado por una investigadora notable.
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